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EL MOVIMIENTO SOCIAL EN LAS UAS DESDE 1970

martes, 9 de junio de 2009

Un intento de periodización y algunas conclusiones

Por Liberato Terán.


P r e s e n t a c i ó n


Me he permitido redactar estas notas con relación al movimiento social ocurrido en la Universidad Autónoma de Sinaloa, específicamente desde los años 70 del siglo pasado hasta la actualidad, por tratarse de una reflexión en voz alta entre compañeras y compañeros que participamos –más que menos, unos y otros- en las luchas universitarias y populares de todo ese tiempo. Se trata, así lo entiendo, de un esfuerzo por pensar, confrontar opiniones y establecer consensos posibles sobre algo de lo que hemos sido parte, para entregarlo a la nueva generación de estudiantes, maestros y trabajadores de la UAS. Para que aprendan de nuestros errores, y, eventualmente, de nuestros aciertos.

El primer apartado de este trabajo trata sobre una propuesta de periodización histórica de la UAS en el período que nos ocupa: seis etapas con determinadas características, según mi particular consideración.

Hay un tramo de mi periodización que particularmente nos incumbe a todos los reunidos, por lo que el segundo apartado de la ponencia trata específicamente sobre los años setenta del siglo pasado, haciendo una panorámica, aunque enormemente sintetizada, de los movimientos universitarios que determinan al período durante lo que llamo, genéricamente, los años 70.

Por último, el tercer apartado quiere hacer una interpretación de lo ocurrido y recapitulado en los primeros dos.

Meramente al final la ponencia contiene una bibliografía –sin ser exhaustiva, sí es intencionada y explícitamente elaborada- alrededor de lo que llamamos la historia contemporánea de la Universidad Autónoma de Sinaloa, en la idea de que su consulta y conocimiento abunde en la discusión que aquí propongo, además de que estimule nuevas investigaciones y futuras reflexiones.

Agregaría solamente que, desde la consideración de quien esto escribe, la historia contemporánea de la UAS –para bien o para mal- es obra prácticamente por entero de la generación formada por quienes fuimos estudiantes hace 30 años o menos; por quienes nos hicimos sus catedráticos o investigadores en este mismo lapso; pero, igualmente, por los que ingresaron a su plantilla laboral administrativa durante este período o se incorporaron a su quehacer académico y administrativo proviniendo de otras latitudes del país. Este mismo hecho entraña una dificultad: el tener que hablar de muchas cosas inconclusas, de fenómenos larvados aún. Además, de que, con base en la discusión franca y abierta, podemos hacer y rehacer interpretaciones pues los hechos todavía nos resultan demasiado cercanos y se da por descontado que algunos son especialmente polémicos. Dicho de otra forma: la posibilidad de debatir todo aquello que no nos parece, lo que con frecuencia aún es motivo de tensiones.

Pero con esta ventaja, al menos: la posibilidad de aclararlo, de precisarlo todo.

Así, mi ponencia la he orientado a dar cuenta de lo sucedido, pero, en cierto sentido, a acentuar lo que no hemos alcanzado aún; y, todavía más, en lo que hemos retrocedido.

I. La periodización

Con base en la consideración de los procesos que, esencialmente, han sido una suerte de común denominador en determinado tramo temporal, los siguientes serían los seis grandes periodos en que, según el suscrito, contienen la historia del movimiento social en la Universidad Autónoma de Sinaloa durante los últimos treinta años:

1° Desde 1959-1966

Antecedentes

Este primero sería, en general, los antecedentes de las luchas propiamente de los 70 a la actualidad.

Transcurrido el tiempo del idilio gobierno-Universidad (años 40 y 50 del siglo pasado), las cosas empezaron a moverse en sentido contrario precisamente a partir de 1959. La Revolución cubana, las huelgas ferrocarrileras y del magisterio nacional, el reclamo por la autonomía, la inconformidad ante el regimen del Partido y el gobierno prácticamente únicos, las marchas campesinas de Danzós y Jacinto López, la campaña presidencial del FEP presidida por el mismo Ramón Danzós Palomino; el llamado “movimiento de los cines” en Culiacán y la insurgencia maderista -que, con tres epicentros: Culiacán, Guasave y Escuinapa, recorre prácticamente todo el estado en 1965-, fueron acontecimientos de un profundo y sensible eco, a veces imperceptible pero real, entre los universitarios rosalinos.

Efectivamente, entre 1965 y 1966 la institución vive el síndrome de la autonomía. Si breve, este periodo vale registrarse como tal, pues la universidad recibe el decreto de autonomía, los universitarios quieren creer que, ahora sí, son ellos los dueños de su propio destino, pero se dan cuenta de que hay quienes no lo consideraban de la misma forma: el régimen autónomo preservaba a la Junta de Gobierno – en verdad, con fuerte dependencia del gobierno estatal- , ésta con facultades casi absolutas sobre la universidad; el rector sigue siendo el mismo de antes de la autonomía; la representación en el Consejo Universitario es por demás inequitativa entre estudiantes y maestros, y el honorable Consejo Universitario, por lo demás, no es la máxima autoridad.

La Universidad, pues, tiene, quiere pero no puede ejercer la autonomía que le ha sido concedida por ley. En buena parte, ese síndrome, esa situación paradójica y contrariada (desde luego que también la inconformidad social y política externas, tal como fue el caso del surgimiento del FIM –todo un movimiento cívico que impacta a los universitarios- y la Revolución cubana –acontecimiento deslumbrante como pocos, en la época-, por ejemplo) va a prohijar la insurgencia de los movimientos estudiantiles y universitarios en general, que son el signo distintivo del periodo siguiente.

Hasta que el 8 de junio de 1966 (se acaban de cumplir 41 años exactos de tal hecho histórico), estalla la huelga de estudiantes y maestros en la Escuela de Economía: un hecho aparentemente aislado, como rayo en cielo sereno, como un salto al vacío de un colectivo estudiantil y magisterial que osaba enfrentarse al poder omnímodo, todopoderoso y autoritario del rector Julio Ibarra, alrededor de quien sólo se escuchaban alabanzas por sus logros y que, aún más, gracias a ello recientemente se le había reelegido como rector. Según se vería casi inmediatamente, tal estado de cosas apacible y color de rosa era sólo una mera fachada.

La huelga estudiantil primero, de un conjunto importante del profesorado después e inercialmente de los trabajadores administrativos y de intendencia, después de escasos dos meses, en septiembre de 1966, volvió a estallar, se generalizó y fue incontenible. El rector Julio Ibarra Urrea tuvo que renunciar, con su equipo y sus proyectos, en octubre del mismo año.

1966-1970

La reforma interrumpida

De 1966 a 1970 privan la autonomía, el esfuerzo auténtico por la reforma y transformación de la institución, la militancia intra y extra Universidad del movimiento universitario. Con estos elementos más presentes durante el período, caracterizaríamos al último paréntesis abierto y aún no cerrado como un tiempo que, a su vez, tiene en su interior momentos que se van distinguiendo unos de otros pero que de conjunto, determinan un proceso donde ya aparecen, desaparecen y reaparecen tales elementos: yendo de un franco reclamo por la autonomía, que se enfatiza por el ejercicio pleno de ese principio en la Universidad, a un reformismo universitarista -también de corte sobremanera ortodoxo-, que subraya lo académico como lo esencial por rescatar y desarrollar, a la prevalencia de organizaciones sociales universitarias que pretenden asignarle a la institución un papel contestatario, hasta aquellas que, en reclamo de una institucionalidad no definida del todo, pretenden una universidad aséptica de toda contaminación ideológica y política, aunque, paradójicamente, plegada a las entidades gubernamentales.

En particular, aprecio que todas las situaciones variopintas de la Universidad, en éste que yo denomino periodo contemporáneo de su historia (desde luego, período que habremos de estudiar y profundizar mucho todavía), son las que nos indican que muchas de las prédicas, propuestas o proyectos anunciados por los movimientos universitarios, desde los más tempranos –los de los años sesenta-, hasta los más recientes, estarían todavía por consumarse.

A la explicación somera de esta última apreciación dedico los siguientes párrafos.

Con el decreto de la segunda autonomía de 1965 (a su vez, todo un tema de investigación, pues debe advertirse sobre el antecedente autonómico de 1918-1922, e incluso el de inicio de los años treinta, además de que resultan polémicas las causas que intervinieron en la de 1965), por las aulas y corredores de la Universidad soplaron vientos autonomistas, libertarios, autogobiernistas, reformistas en su más pura esencia, que durarían hasta 1973. La insurgencia del movimiento estudiantil a la vanguardia de los cambios en la Universidad y con una carga solidaria sin precedentes; la discusión masiva y elaboración de la iniciativa de nueva Ley Orgánica –alrededor del cual convergieron estudiantes, rectoría y federación de profesores-, que recogía el énfasis sobre tres demandas básicas (paridad en el HCU y consejos técnicos, desaparición de la Junta de Gobierno, y transformación de planes y programas de estudios), además de la subrayada presencia de la UAS en el movimiento nacional de 1968, serían las resultantes más auténticas de este impulso renovador.

Cuando la Federación de Estudiantes Universitarios de Sinaloa (FEUS) celebró su Primer Congreso Estudiantil Universitario, en diciembre de 1969, llevó a cabo una síntesis crítica de toda la década que concluía y trazó un rumbo de cambios para la universidad, a propósito del nombramiento de nuevo rector que ocurriría en febrero del año siguiente.

El movimiento universitario traía la inercia creadora que le había dado el movimiento de 1966, su enlazamiento con las luchas universitarias nacionales de este año hasta principios de 1968; y,, desde luego, gracias a la inserción marcada en el movimiento nacional estudiantil-popular de 1968. Ello había significado un conjunto grande de cosas:

-El derrocamiento del rector Julio Ibarra Urrea, tras de lo cual el movimiento planteó un programa de reformas jurídicas y académicas, llegando a la actualización de muchos planes y programas de estudios y a la formulación y presentación de una iniciativa de nueva Ley Orgánica.

-Igualmente, los estudiantes y maestros (en menor medida, los trabajadores administrativos, aunque éstos ya empezaban a hablar de su sindicalización y dieron forma a la Asociación de Trabajadores Universitarios) habían vivido la experiencia de las luchas nacionales universitarias por la forma y democratización de la enseñanza, tal como era el enunciado general de aquellas demandas.

-En septiembre de 1967 se celebró en Culiacán la primera conferencia nacional de la Central Nacional de Estudiantes Democráticos, que acuerda la Marcha Nacional Estudiantil por la Ruta de la Libertad, hecho que, a su vez, deviene en antecedente sobremanera importante de lo que ocurriría casi inmediatamente después en todo el país.

-El año de 1968, desde su inicio, representó para la UAS intervención desplegada de sus estudiantes y maestros en el movimiento nacional: presencia de delegaciones estudiantiles y de la federación de profesores en jornadas en la capital del país –la Manifestación del Silencio, en septiembre, por ejemplo-, pero incluso el costo de presos aquí, presos en Lecumberri, acoso policiaco-militar de la institución, suspensión del subsidio por orden gubernamental, así como antes –en 1967-; el gobierno del Estado había decretado una lesiva Ley de Becas contra la UAS, misma que fue repudiada por el conjunto de la institución y echada atrás.

-La demanda-planteada y replanteada de modo inaplazable-de aprobación de la iniciativa de nueva Ley Orgánica, elaborada, largamente discutida al interior y presentada con toda formalidad al Congreso del Estado desde principios de 1969, conteniendo las tres demanda básicas del momento: Consejo Universitario como máxima autoridad, desaparición de la Junta de Gobierno y paridad en la representación ante los órganos del gobierno universitario e implícitamente, el consenso de generalizar el plan de reformas académicas y administrativas en la institución, de donde derivada que el rector entrante fuera resultado de la consulta a la comunidad y por el acuerdo soberano del Consejo Universitario.

-La participación de la Universidad en problemas sociales, como: el precarismo urbano, las solicitudes de tierra por grupos campesinos, la carestía, la revaluación del suelo y la imposición de altos impuestos a las casas-habitación, que generaron iniciativas como las Brigadas Estudiantiles de Servicio Social y la organización del –en su momento-poderoso Frente de Defensa Popular, formado desde la Universidad y que echó abajo la llamada Ley de Desarrollo Urbano del gobernador Alfredo Valdez Montoya.

Ese conjunto de hechos gravitará sobre la década siguiente, sea ya para que un sector de universitarios los siga abanderando como metas a conseguir, sea para que otros se opongan francamente a ellos, sea para que incluso en la actualidad muchos de ellos todavía sean proyectos pendientes.

3º 1970-72

Armientismo y antiarmientismo

La realidad tan intensa, compuesta de episodios y hechos de indudable importancia en la edificación de una verdadera institución de educación superior en el corpus de la UAS, fue objeto, precisamente, del recuento, la síntesis crítica y la elaboración del Primer Congreso Estudiantil Universitario, convocado y efectuado por la FEUS en diciembre de 1969. Inmediatamente después, en enero de 1970, comenzaron los movimientos internos en vías al nombramiento de nuevo rector. En febrero, sin embargo, la universidad recibió con estupor (dada la forma inconsulta, ajena al más elemental conocimiento de los universitarios y con evidencias sobradas de una imposición gubernamental) el nombramiento del doctor Gonzalo M. Armienta Calderón como nuevo rector de la UAS. El hecho abrupto dio para una conflicto interno que se prolongaría largos y azarosos dos años, hasta abril de 1972, incluso con el costo de vidas de estudiantes universitarios.

Las cosas se desarrollaron, dicho en síntesis, del siguiente modo:

Sin hacer caso de la iniciativa de Ley de la Universidad presentada desde principios de 1969, el Congreso del Estado dio pie para que la prevaleciente Junta de Gobierno impusiera al rector Gonzalo Armienta. Fueron dos años perdidos para la causa de una nueva universidad, consumidos en el enfrentamiento del enorme conjunto de la universidad contra un partido, el PRI, y los gobiernos estatal – federal.

Hoy día, cuando de nueva cuenta el doctor Armienta Calderón está de regreso en Sinaloa como secretario general del gobierno del estado, y no desaprovecha ocasión para lavar su imagen bastante percudida por el pasado como rector de la UAS, es imprescindible hacer esta acotación: si por saldos de la obra armientista vamos a contar la Radio Universidad (que, por cierto, tenía antecedentes en cuanto a su gestión en la historia institucional), la Preparatoria “Hnos. Flores Magón”, la Escuela de Ciencias del Mar, la publicación de la revista Albatros y la apertura de la Casa del Estudiante”Benito Juárez” (que, por cierto, daría para la distorsión de las casas del estudiante y los servicios estudiantiles en al UAS), pingües saldos, toda vez que tales obras del armientismo se operaron como simples adornos y mediatizaciones de aquel rectorado y ni siquiera tenían relación con una de las propuestas de la política federal de la época, consistente en las llamadas “salidas laterales” –que Armienta quiso trasladar acrítica y mecánicamente a la UAS, a propósito, sin ninguna concreción –Dicho de otra forma: nada de lo que hizo o intentó Gonzalo Armienta le quita que su rectorado haya sido de populismo, de prebendas, de corrupción, de porrismo, de fobia anticomunista, de autoritarismo (imposición, expulsiones, confrontaciones y violencia), del principio al fin.

4º 1972-77

Institucionalización, descomposición y depuración

Para la oportunidad promisoria que se abrió, luego de abril de 1972, tras la caída del rector Armienta y de la aprobación de la ley orgánica (realmente, la misma que la universidad había presentado en 1969, con algunas deformaciones), las cosas ya no serían tan claras-por cuanto a los factores en contra de la reforma universitaria – como en el episodio inmediatamente precedente, pues los enemigos, ahora, aparecerían dentro mismo de la universidad y su movimiento.

Por lo mismo me permito hablar de que la institucionalización de los procesos también podía llamarse el poder sin poder, pues el momento que se abrió para la Universidad Autónoma de Sinaloa mostró a un movimiento que fue extinguiéndose en su propio fuego, ya por lo inabarcable de sus proyectos, ya por lo inviable de los proyectos mismos, ya por lo inabarcable de sus proyectos, ya por lo inviable de los proyectos mismos, ya por la hiperpolitización de las vanguardias del propio movimiento universitario.

Tres factores, a mi parecer, contaron para que se frustrara aquella posibilidad: 1) la hiperpolitización del movimiento universitario, resultado de la vivencias de los dos años anteriores y, sin duda, del legado nacional e internacional de la época, 2) la aparición, al seno del movimiento estudiantil, de una variante ultraizquierdista, que negaba a la universidad misma, y 3) la conducción institucional carente de una visión profunda de los cambios que ameritaba la universidad.

La hiperpolitización ocasionó que la Federación de Estudiantes- en primer y último término, el dinamo de los cambios que se anunciaban pero no acababan por concretarse-cambiara el acento de us lucha de la universidad hacia el entorno social del estado. El discurso reformista pro actualizar y cambiar el contenido de los conocimientos y la forma de aprehenderlos al seno de la institución, casi por completo dejó de oírse, pasando a ser lo más importante para los universitarios el movimiento campesino y por cuanta demanda social se levantaba en la entidad y el país ( la consigna nacional de los que participábamos: “¡No queremos apertura, queremos Revolución!”, lo dice todo).

La corriente ultraizquierdista, que de improviso apareció en las casas del estudiante, particularmente en la “Rafael Buelna Tenorio” y en la dirección de la FEUS, tenía por caldo de cultivo la hiperpolitización ya dicha, el ambiente nacional – estatal de represión y negación de libertades democráticas, pero, asimismo, concepciones teóricas maximalistas por completo desarraigadas y contrarias a la universidad. Los saldos no tardarían mucho en aparecer : la FEUS fue declarada “en la clandestinidad”, desapareciéndola y descabezando así al movimiento universitario; impusieron el autoritarismo más atroz y violento de que tengamos memoria en la universidad; trajeron caso inéditos de muertes en el campus (un maestro, un estudiante y un policía); provocaron la renuncia masiva de la administración universitaria; abortaron toda reivindicación universitaria-popular (caso del transporte urbano); dejaron una estela generalizada de confusión y desastre, propicia para todo menos para el desempeño académico mínimamente normal. Para decirlo pronto: la secuela de ultraizquierdización duraría, pesadamente, hasta 1977.

Por cuanto a la administración central presidida por el rector Marco César García Salcido, puede afirmarse que renunció a los cargos (la llamada “renuncia masiva”) y a su encargo de conducir la Universidad. Cometía, así, otro serio error que profundizó la desestabilización institucional en todos los sentidos. Más triste no podía ser, tristísimo – y aún es triste recordarlo-el primer centenario de la Universidad, pues, los emocionantes y dignos actos conmemorativos conducidos por la administración rectoral eran saboteados abierta y violentamente por estudiantes y maestros “enfermos”, que querían no sólo eliminar toda memoria sino ir incluso al extremo de destruir la Universidad misma.

Un acontecimiento lo dice todo: en mayo de 1973, mes y año del primer centenario de la UAS, caían abatidos a balazos por los “enfermos” –en los propios pasillos del edificio central de la institución-Carlos Humberto Guevara Reynaga, estudiante y funcionario de Difusión Cultural; así como el joven estudiante Pablo Ruiz.

Vendría, como se sabe, el llamado “camposromanismo”, de 1973 a 1977; tiempo que arroja una panorámica de prolongamiento de la confusión de los sectores universitarios activos, de confrontación entre sí, de corrupción y violencia en distintas formas.

Aquí debo hacer un esfuerzo de comprensión, dar grandes saltos y hacer un esfuerzo abarcativo (sabedor de los riesgos que ellos supone) para llegar hasta la actualidad, con no más que una síntesis caracterizadora de los siete rectorados que siguieron de 1973 a la fecha, más un paréntesis que me es particularmente confuso y no tengo elementos para distinguirlo.

Entre junio de 1973 al mismo mes de 1977 hay otro tiempo lamentablemente perdido para la UAS: la política universitaria del nuevo rector, licenciado Arturo Campos Román, ni fue universitaria ni política, lo que hizo gananciosos nada más que a los grupos del gobierno y de la corrupción. Los personajes y personalidades del momento son apenas recordables: Arturo Zama Escalante y José Barragán Gómez optaron por retirarse de la Universidad, pasando a ser Sergio Gómez Montero, Jorge Villalobos López, los principales operadores políticos, ya en la Secretaría General, ya en otros cargos; Martín Dozzal Jottar, Raúl Talavera y Sergio Castañeda Herrerías, los prohombres de la extensión cultural; Arturo Bricio Espinoza, como el prototipo de los académicos que hacían de la docencia una verdadera picaresca y corruptela; Samuel Trujillo Campos, de tesorero general a impulsor político de JLP. Y los”autorrobos” a Tesorería, las reiteradas quincenas sin pago al personal. En fin ¿qué era todo aquello si no la confusión misma, el deterioro moral, la absoluta confusión de los rumbos de Universidad, en el mejor caso? Y el rector Campos Román en el medio, impasible, incapacitado y cómplice.

No es el ánimo soslayar que en el período del rector Campos surgen el Instituto de Investigaciones de Ciencias y Humanidades (IICH actual IIES), la conformación del equipo que luego dará lugar a la Dirección de Planeación, la División de Estudios Superiores con su programa de maestrías, así como algunas otras cosas de gestión institucional; pero todo es fugaz y marginal cuando, entre el final de Campos Román y el principio del rectorado del ingeniero Eduardo Franco, hay un socavón donde, en medio de una institución sumida entre el griterío inconfundible y la penumbra, el ingeniero Sergio Moya Núñez y el licenciado Hugo F. Gómez Quiñónez tratan de poner orden, obviamente sin conseguirlo. Pasaba todo y no pasaba nada.

Con Arturo Campos se consumaron otros tres hechos que serían definitivos para la historia futura de la Universidad: la desaparición de la organización general de los estudiantes de larga tradición y autoridad, que fue la FEUS; el nacimiento de los sindicatos universitarios (administrativo y académico), y el protagonismo de los grupos y partidos políticos.

5º 1977-85

Retoma del camino por la reforma y la transformación

La rectoría del ingeniero Eduardo Franco, 1977-1981, abre con un gran consenso y la promesa de pacificar-reordenar, a la vez que rescatar la academia, en la Universidad. No creo que el balance sea desventajoso para el ingeniero Franco: en medio de las infinitas dificultades que supo normalizar la institución, ciertamente la reencauzó; conformó nuevas opciones como el INCISA (carreras de medicina y odontología), Psicología y arquitectura. Lo más interesante: lanzó y desplegó el Plan de Perfeccionamiento del Personal Académico (PPPA). Consiguió establecer un gran acuerdo entre las fuerzas políticas y los sindicatos, pero avanzó menos en la materialización de aquella que, con su rectorado, pasó a denominarse la “Universidad Democrática, Crítica y Popular”, el programa formulado por la Coalición de Fuerzas Democráticas, Progresistas y de Izquierda que hizo posible, precisamente, la rectoría del Ingeniero.

Teniendo como inmediato antecedente el Primer Foro Académico de 1980, de 1981 1985 es el mandato del doctor Jorge Medina Viedas. Éste, desde mi punto de vista, encarnaría el proyecto más completo, visionario e interesante que la UAS haya tenido en todo este tiempo, que en su momento encarnó el Plan Universitario de Desarrollo (PUD). Después de librar exitosamente la intentona del gobierno del estado por la “extinción lenta y definitiva de la UAS”, la institución volvió a vivir u proceso de cambios –como no lo había tenido desde 1966-1969-, con eventos participativos y sujetos a calendario. Sus realizaciones no fueron pocas: en el nivel medio superior, en lo administrativo-financiero y jurídico, en la oferta profesiográfica del nivel superior, en el acuerpamiento institucional de la investigación y el posgrado, sin precedente, y en materia cultural, definiendo- por primera vez en la historia de la Universidad- una política cultural y fortaleciendo su infraestructura. Tuvo, sin embargo, la contestación interna de grupos políticos y sindicatos; como, para variar, al final, una sucesión rectoral complicado. En definitiva, otra vez el cambio diseñado y avanzado no concluyó a cabalidad.

6º 1985-actualidad

El punto de inflexión y el declive creciente

Con Audómar Ahumada Quintero, 1985-1989, la UAS volvió al esquema negociación/confrontación interna. Se pasó al abierto dependentismo respecto de SEP y Gobierno del Estado. Y se politizó sobremanera la conducción institucional, que, a su vez, desaprovechó la inercia natural que llevaba el proceso de cambios desatado desde 1977 y había vivido su mejor momento en 1981-1985.

Para 1989-1993 el ingeniero David Moreno Lizárraga, consciente y sin duda partidario del proceso reformista que anidaba en la institución, relanzó la propuesta del Congreso Universitario, espacio considerado para acometer la gran transformación académica de la institución. El principal error, no obstante, fue convertir la reforma universitaria en discurso que terminó por descreerse, reduciendo el tremolado congreso a un “periodo especial de sesiones” del HCU. Un intento último, la reforma a la ley orgánica, que incluso el gobierno del estado propició junto con el Congreso del Estado y con los sectores universitarios representativos, fue frustrado y se vino abajo.

La gestión del maestro Rubén Rocha Moya, 1993-1997. Es posible afirmar, no obstante, que la aprobación de una nueva Ley Orgánica, la modernización de la institución de acceder a las redes de cómputo y la obra material que pudo concretar, son hechos que abonan al reconocimiento predominantemente positivo de la comunidad universitaria y de la opinión pública a favor de Rocha Moya. Pero si su gran realización fue dotar a la UAS, en 1993, de una nueva normatividad (Ley Orgánica, Estatuto General y reglamentos especiales) que suprimía formalmente la desestabilización con la venida a menos del electorerismo, esto se hizo trizas en abril-mayo de 1997, motivo de la sucesión rectoral, y aun antes, cuando volvieron a imponerse las urgencias políticas sobre las académicas para nombrar directores y el mismo nuevo rector.

Con el rectorado de Jorge Luis Guevara Reynaga (1997-2001) se profundizó en el seguimiento de la política oficial y el discurso institucional (“valores”, primeros estudios actuariales sobre jubilación dinámica, etc.) no se reflejó en la realidad.

La conducción de la UAS en 2001-2005 puso en marcha el acuerdo del H. Consejo Universitario en torno a la reforma, adoptado el 12 de diciembre de 2001, nombrando a la Comisión Coordinadora y la Comisión Operativa del Foro, que posteriormente reformuló su ruta crítica, procesó los distintos foros y por fin llegó a las sesiones concluyentes de junio último que, a su vez, dio pie a los proyectos aprobados en general a fines de agosto y, en particular, para la iniciativa de nueva Ley Orgánica presentada en septiembre pasado al Congreso del Estado. Pero, si hablamos de reforma en la UAS obligaba mirarnos en el espejo del pasado de la propia historia institucional y no repetir los errores. Tal y mínimo recordatorio era imprescindible para entender el enorme reto que pesaba sobre la reforma de 2001-2005: evitar posponer o frustrar la reforma, nuevamente. No haberlo trajo consigo que la reforma de la UAS en 2001-2005, sostenemos, fuera huérfana.

En 2005-2007 y lo que nos falta se han pretendido dar golpes de timón: la aprobación de una nueva Ley Orgánica en julio de 2007; el reflote en el tratamiento del problema de la jubilación dinámica; y algunos otros hechos. A dos años de la administración Cuén Ojeda, sin embargo, crece un consenso del lado de la crítica y la insatisfacción ante lo realizado: los pretendidos golpes de timón han sido para retrotraer a la Universidad treinta o más años todavía.

Por eso sostenemos enfáticos: siendo la reforma académica, en serio y a fondo, la mejor defensa de la Universidad, tal reforma en la UAS sigue estando pendiente. Volvemos, entonces, casi a punto cero, si este lo establecemos en 1966.

En la Universidad Autónoma de Sinaloa, con todo lo dicho y en opinión nuestra, las preguntas subsisten, son de este estilo: ¿la Universidad, su reforma integral y hacia el largo plazo, el sumun académico, dónde han quedado? ¿Hasta cuándo? ¿Qué falta a la UAS para figurar airosa y emergente, con valores incontrastables, en el concierto universitario nacional e internacional? ¿Dónde quedó el sueño reformista auténtico de la segunda parte de los años sesenta? Preguntas, entre otras muchas, que deberemos responder nosotros, los militantes de todos esos movimientos desde entonces; y, claro, lo cual deben reflejar futuras investigaciones.

II. Los años 70

Unas rápidas pinceladas sobre paréntesis muy concretos de aquella década tan intensa, complicada y cercana a la mayor parte de nosotros, la década de los 70 del siglo pasado. Todo sea para puntualizar más todavía algo de lo dicho anteriormente:

1970-72. Período prototípico de la lucha contra Armienta. De fulgor de nuestra lucha magisterial estudiantil pero también de dolor por nuestros mártires del 7 de Abril, María Isabel Landeros y Juan de Dios Quiñonez. De la aprobación de una nueva Ley Orgánica que admitimos críticamente pero que luego no supimos implementar debidamente y que se fue deformando. La posibilidad y la promesa de la reforma.

1972-73. Tiempo en que el movimiento universitario extravió el rumbo y fuimos a la debacle: los asesinatos de Carlos Humberto Guevara Reynaga y Pablo Ruiz. Una administración central, generada y avalada por el movimiento universitario triunfante, pero que renunció masivamente imponiéndose la corrupción campista. Un movimiento que, sin distinguir las prioridades, quiso hacerlo todo y se desgastó en impulsar la lucha popular hasta su autodestrucción con el enfermismo. La desaparición de la FEUS.

1973-76. Imperio de la desviación universitaria y la corrupción, a cuya sombra el gobiernismo empezó a reinstalarse en la Universidad. Luchando contra ello surge el sindicalismo y las fuerzas sanas se reintegran para redireccionar la institución. Desaparecen las casas del estudiante y surge el movimiento de becados, dos aspectos de una misma moneda que ameritan estudiarse lo más críticamente.

1976-81. Derrota definitiva del campismo y su organización el FUR. Surgimiento de la CFDPyI y su proyecto alternativo de la UDCP. Concreción y avance de este proyecto con el PPPA y el Primer Foro Universitario. Debate sobre casas y becas; reapertura de las casas del estudiante. Momento de gran peso del sindicalismo universitario. Reflexión crítica y obra universitaria en vías a la reforma a fondo y generalizada de la institución.

III. Algunas conclusiones

A título de concluir algunos aspectos que apunto antes y que me parecen relevantes, subrayaría con mi particular opinión lo siguiente:

Movimiento/partidos

Soy de quienes sostienen que, en el caso de la UAS al menos, las organizaciones estudiantiles, de trabajadores y de académicos fueron unas y pasaron a ser otras al momento en que los partidos influyeron y pesaron determinantemente en su seno. Me remito a referencias concretas:

La FEUS tuvo la presencia de distintas opiniones entre 1966 y 1973. Pero la dinámica de su funcionamiento y el movimiento que el conjunto de sus integrantes desencadenaron fueron mucho más impetuosos, naturales también, mientras las opiniones de grupo y/o las disputas entre ellas no eran determinantes. Exactamente en 1973, al calor de las disputas intestinas entre pescados, chemones y enfermos la organización general de los estudiantes que durante décadas había sido la FEUS, se desnaturalizó y, peor todavía, desapareció. El costo que tal hecho ha tenido para el movimiento social en el estado y concretamente en la Universidad, al prácticamente no existir desde entonces el componente estudiantil organizado, es inconmensurable. Desde luego que en ello hay responsabilidades con nombres y apellidos y yo no dudo en sostener que gran culpa de tan enorme desacierto corresponde a la enfermedad, pero el caso es digno de notar.

Lo anterior no me lleva a decir que ello ha sido la causa determinante del declive lamentable que el SUNTUAS Académicos y el SUNTUAS Administrativos han experimentado pues, seguramente, que el funcionamiento de esas organizaciones –hoy más determinadas por los intereses de las sectas o mafias, ya ni siquiera grupos- es parte importante de la explicación de tan deplorable hecho.

Proceso de reforma/interrupciones bruscas

Obliga a mirar estos hechos concretos, prometedores y, a la vez, uno tras otro frustrados, pues, si hablamos de reforma en la UAS, obliga mirarnos en el espejo de tres momentos claves de la historia institucional:

a) En 1969-70 la Universidad Autónoma de Sinaloa estaba a punto de materializar un largo, detenido y participativo proceso de reforma iniciado en 1966, pero este se interrumpió abruptamente, como se sabe, por el conflicto violento que se alargó hasta 1972.

b) En 1977-85, luego del Primer Foro Académico que fue el remate exitoso de la gran dinamización académica y cultural que significó el PPPA; de la intensa realización de eventos (talleres, coloquios, foros escolares y por áreas, autoestudios, etc.) debía pasarse a que el Consejo Universitario revisara el conjunto de las conclusiones y cambios acordados en los actos precedentes y se implementara una reforma integral a partir de septiembre de 1985. Pero la entrada, en abril del ’85, al proceso de elección rectoral y el subsecuente nombramiento del nuevo Rector, impidió acometer la reforma de conjunto de la Universidad y posponer su cambio a fondo una vez más.

c) En 1989-93, el gran trabajo que significó la propuesta del Congreso Universitario se redujo al acto fallido del “Período Especial de Sesiones del HCU”. Formato digno de observar porque mucho se parece al seguido para subsiguientes intentos.

Este mínimo recordatorio sirve para entender el enorme reto que pasó a pesar sobre los siguientes momentos e intentos de reforma. Lamentablemente uno tras otro, como vimos: 1993-97, 1997-2001, 2001-2005 y lo que llevamos de 2005-2009, esencial y definitivamente han sido pasos para atrás.

Seamos sinceros: de lo hecho hasta ahora, correspondiente a 2005-2009, ni hablar, cuando asistimos a un franco y abierto retroceso al pasado pues la reforma universitaria ha sido confundida burdamente con una Ley Orgánica, a su vez regresiva en toda la línea (instauración del voto secreto, reinstalación de la Junta de Gobierno ahora bajo el nombre de CPP, etc.) . Por eso es posible sostener que, prácticamente todo desde 1985 hasta ahora, ha sido un volver a configurar el tipo de Universidad que tuvimos en 1966.

Reforma débil/inflexión y regreso al pasado

¿Qué explica el retroceso que, según nosotros, ha ocurrido? ¿Cómo pudo suceder que, lo que supuestamente habíamos echado por la puerta principal de la Universidad tras el difícil proceso que ameritó prácticamente 40 años, se nos colara de pronto por la ventana?

De nueva cuenta hay responsables con nombres y apellidos, ni duda cabe. Pero la explicación estaría aquí: ante una reforma débil, parcelada, nunca a fondo, siempre pospuesta, en la práctica se estaba fraguando el regreso al pasado. Ese que, finalmente, hoy nos alcanzó.

Agenda pendiente: Universidad fábrica/Enfermos, Corporativismo, Organización estudiantil.

De lo que se trata, entonces, digámoslo enfáticamente, es de volver a empezar; de retomar la lucha aprendiendo críticamente de todos los errores cometidos.

Tan colosal tarea -que hasta ahora ha sido y por mucho tiempo seguirá siendo casi como el esfuerzo de Sísifo- , implica rediscutir y enfrentar superándolas críticamente explicaciones, prácticas, políticas. No sólo las del gobierno, que pareciera obvio. También posiciones y conductas políticas que han sido nuestras o se han impuesto con nosotros o a pesar de nosotros. Ejemplos:

- el documento de la Universidad Fábrica, una explicación demencial e hilarante de la educación superior y de la universidad en concreto que se convirtió en el mejor antídoto que el Estado pudo infiltrar en el movimiento universitario para minar a la UAS como universidad pública y que el movimiento universitario se autodestruyera.

- la corriente o movimiento político de Los Enfermos, surgidos y conocidos como tales específicamente en la UAS aunque, en tanto práctica política y visión ideológica presente también en otros lugares y movimientos, casos de ciertas normales rurales de México, en el movimiento armado de El Salvador, en ciertos resquicios del movimiento estudiantil francés e italiano de los años 70. (El caso del CGH de la UNAM, con muchos puntos de coincidencia, tendría a su vez diferencias con la enfermedad sinaloense y de otras latitudes).

A los compañeros que compartieron el documento de la Universidad Fábrica y militaron en la enfermedad, es hora de decirles francamente: compañeros, reflexionen críticamente y ustedes mismos díganos la dimensión de sus errores y desaciertos. Ese es un gran pendiente. Un gesto de elemental honestidad intelectual.

-El corporativismo (la idea y la práctica política de utilizar los recursos humanos, materiales e incluso financieros de un conglomerado en aras de un partido) es otro lamentable ejemplo a reconsiderar. El mismo, según ya sabemos, tiene toda una expresión política en el movimiento social mexicano e internacional; y hay toda una teorización al respecto. Pero, en nuestro caso son asuntos nada teóricos: aquí hubo y hay charrismo sindical; en la UAS tuvimos y tenemos prácticas corporativistas. Se ha hecho una determinada crítica, todavía limitada; es hora de profundizar en ello pues ha tenido terribles consecuencias para el movimiento universitario y para la institución universitaria misma.

-Asimismo, otro ejemplo a destacar y asumir en su verdadera dimensión: la organización estudiantil es un gran ausente en la UAS desde hace treinta años. Eso, ya lo dije, ha tenido un enorme costo político, cultural, académico para el movimiento y la Universidad misma. La idea puede ser reponer a la FEUS sobre sus pies pero no necesariamente: eso lo dirá la nueva generación de estudiantes, de ninguna manera nosotros. Algo que sí podemos concluir nosotros desde ahora, indudablemente, es esto: que mientras siga faltando la organización general de los estudiantes en la Universidad esta difícilmente remontará el conservadurismo y las agresiones de los enemigos de esta Universidad en concreto, tanto de los de adentro como de los de afuera.

Son puntos prioritarios de la agenda que el nuevo movimiento social de la Universidad Autónoma de Sinaloa tiene que atender. En la medida de que la resuelva con acierto, se estará abriendo futuro para el movimiento en sí y para la institución misma. No es exagerado afirmar que son temas, asuntos, de vida o muerte: para el movimiento y para la Universidad.

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Investigaciones inéditas:

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Periódicos:

Periódico Caminemos.-

Periódico Trinchera.-

Periódico Línea.-

Periódico Manifiesto.-

Periódico Manifiesto Proletario.-

Periódico Suma.- (SUNTUAS Académicos).

Revistas:

Revista Cuaderno Universitario.- (1973), números 1 y 2.

Revista Buelna.- (1980-1985), números 1 al 7.

Documentos:

Universidad Fábrica”.- Versión extensa y resumida en el archivo electrónico del MAS (Movimiento Armado Socialista); y en anexos del libro Universidad, burguesía y proletariado. (Ed. UAS, 1975), por Alfredo Tecla Jiménez.

Por una universidad democrática, crítica y popular”.- Coalición de Fuerzas Progresistas, Democráticas y de Izquierda, , Culiacán, octubre de 1976 (mimeo).

Plan de Perfeccionamiento del Personal Académico (PPPA), 1978-80.

Plan Universitario de Desarrollo (PUD), 1981-85.


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